Durante toda la infancia, es decir en la etapa que va desde el nacimiento hasta los 7 años es de gran importancia que los niños se muevan y mucho con libertad. En la pedagogía Waldorf se tiene muy presente la importancia del movimiento libre durante este periodo, llegando a considerarse vital. El niño/a vive con el impulso permanente de querer hacer. Son las fuerzas de voluntad las que imperan, permitiéndole así desarrollar su cuerpo físico con salud.
Tal y como afirmaba Jean Piaget, (1896-1980) psicólogo, biólogo y epistemólogo suizo, en su Teoría del Aprendizaje, hasta los dos años (estadio que denominó sensoriomotor) el desarrollo cognitivo está íntimamente ligado al movimiento. También Emmi Pikler, (1902-1984) pediatra Húngara encargada del Instituto Lóczy ha dejado un gran legado, aportando en su día una nueva mirada de la infancia. Su estudio científico de observación del de desarrollo motor recogido en su obra «Moverse en libertad. Desarrollo de la motricidad global» avala lo importante que es para el desarrollo el movimiento libre.
Por otro lado también Tamara Chubarovsky, terapeuta del lenguaje de base antroposófica, especializada en el desarrollo del lenguaje en la infancia, se suma a la importancia del movimiento libre, indicando que muchas de las dificultades de aprendizaje posteriores están relacionadas con un patrón motor deficitario.
NUESTRO HACER……DEJAR HACER
A menudo veo en los parques mamas, papas o abuelos deslomándose, dejándose la espalda, justo cuando los bebes de la casa comienzan a dar sus primeros pasos. Estos actos suelen ir acompañados de palabras como; “esto es agotador”, “es que no para”, “voy todo el día detrás de el/ella”, “no se está quieto/a ni un minuto”.
Algunas veces también he visto la cara de susto de algún bebe al sentir que la cuerda se destensaba y su cuerpo parecía que se iba a precipitar hacia el suelo, mientras era llevado por una especie de tirantes que el adulto sujetaba con una mano. Se quedaba en un susto, pues el adulto pronto percibía que él bebe estaba en apuros y volvía a tensar algo más la cuerda (claro…es difícil mantener una tensión constante por tiempo ilimitado).
Todos los que estamos en contacto con la infancia deseamos hacerlo lo mejor posible. Queremos tratarlos con cariño, ayudarles, que se sientan seguros..etc. No nos damos cuenta que en ocasiones, más que ayudar, lo que hacemos es entorpecer el propio camino de aprendizaje. Es más, no sabemos que existe una forma más sencilla de hacer… y es justo DEJAR HACER.
El primer año de vida es todo un reto. Día tras día el bebé hace todo un trabajo sensóreo-motor mediante el cual se autopercibe. Justo desde ahí que comienza a ver que le es posible también conquistar el espacio haciendo uso de su cuerpo. Personalmente me causa una gran admiración cada conquista que realizan. Es todo un año para llegar a CONQUISTAR LA VERTICAL. Posición que nos distingue del resto de animales y que nos libera las manos para HACER. De este modo se hace posible desplegar nuestro ingenio.
PERO….¿POR QUÉ EL MOVIMIENTO LIBRE?
Pues bien, esa conquista de la vertical, si se realiza desde la propia VOLUNTAD del pequeño/a, desde su propio impulso, entonces
• Comienza a autopercibirse, a conocer su cuerpo desde su propio movimiento.
• Tiene una alta autoestima, se siente capaz, feliz, al ser el que se marca sus límites
• Es más cauteloso y seguro, por lo que suelen sufrir menos accidentes, pues conoce sus limitaciones.
• Muestra una “calidad” en sus movimientos
• Supera los reflejos primarios (movimientos involuntarios con los que nacen los niños), cuestión de gran importancia para etapas posteriores.
• Desarrolla el sentido del equilibrio y del tacto
• Adquiere conocimientos sobre el espacio, se ubica y orienta en el mismo
• Se establecen aprendizajes desde el propio interés del niño/a, pues el ritmo se lo fija el/ella, siendo todos significativos, basados en sus propias experiencias anteriores.
Queda mucho por decir sobre el tema tratado. Solo deseo haber despertado la curiosidad en vosotros/as para seguir investigando.